Fazendo exercício

O desapego é um exercício diário que sempre prefiro esquecer de praticar. Mas que hora ou outra se impõe. Porque a alma fora de forma perde agilidade, leveza e graça.

Ao pensar em desapegar, penso em compartilhar.
Então vou compartilhar como foi bom
ter um amigo que tive, o Samuel Sod,
pela descrição de seu filho, o Jordi,
que fez um retrato perfeito do pai.
A poesia de um está contida no texto do outro.
Vai em espanhol, com calma, nós brasileiros conseguimos ler bem.
E depois, fica mais fácil soltar da mão e deixar voar...

Con este texto despedí a mi padre en el Panteón Israelita, hoy 23 de febrero de 2011.

Samuel Sod, buen esposo, buen padre, buen amigo, nació en San Luis Potosí el 18 de marzo de 1938, día de la expropiación petrolera. Niño petrolero pues. No por nada vivió a la vuelta de la fuente de Petróleos, trabajó en PEMEX y tuvo a su hijo menor otro 18 de marzo. Samuel fue un personaje irrepetible. Hasta el 2009 iba a San Luis cada año a visitar a sus amigos de primaria. Bromeaba que quería ser enterrado en una nopalera en las afueras de San Luis. Espero que el panteón israelita, rodeado de su familia presente y ausente, le sea suficientemente bueno. Ya visitaré tus nopales, pa.

A los 13 vino a la Cd. De México, a los 15 fue expulsado del Colegio Israelita, a los 16 fue expulsado del Texas Military Institute. A los 18 emigra con sus padres a Río de Janeiro. Ahí fue músico y bohemio y hasta auditor. Los ocho años que vivió en Brasil se transformaron en 58 años en los cuales Brasil vivió en él. Intrépido y ávido de vida, fue bajista de jazz en Río de Janeiro, estudió en Argentina, contrajo malaria en Paraguay, mascó hoja de coca para soportar la altura y el hacer auditorías en Bolivia, y viviendo en Alemania tomó un coche y se fue a la aventura por media Europa.

Samuel regresa a México en 1964. Lleno de brío, trabaja aquí y allá, vive rodeado de amigos. Trabaja en Volkswagen. Conoce a su futura esposa Lorelle en julio de 65. Se casa por el civil el 10 de enero de 1967, día en que cayó nieve en la ciudad de México. Hasta en eso es especial. Tiene a su precioso primogénito Gabriel, concebido en altamar, el 21 de octubre del mismo año. Recibe de regalo de cumpleaños a su segundo hijo Jordi el 18 de marzo de 1971. Trabaja y viaja por todos lados. Si es lunes está en Nicaragua. O tal vez esté en las planicies de Indiana.

Su vida laboral fue de lo más variada. Nacionalizó empresas, recibió telexes de Irak en plena guerra Iran-Irak, visitó Rumania en el más profundo invierno. Fue rescatado de un golpe de estado en Haití, llegando a México en un avión de la fuerza aérea mexicana. Lo que más disfrutó era ser negociante para su país. Trajó con honestidad y tezón, siempre buscando ayudar al prójimo.

Samuel tuvo siempre una curiosidad incansable, y un amor por el conocimiento y su transmisión. Amaba la historia, amaba el cine. Quiso hacer un libro sobre los villanos en el cine mexicano. Aun en su dolor seguía platicando, bromeando, compartiendo lo que sabía y había vivido. Viendo un programa sobre cine este pasado sábado, acostado y con los ojos semicerrados, aún me contó de la última película de John Wayne. Aprendí de él hasta el último día de su vida. Ayer me dijo que qué difícil era morir. Estuve de acuerdo con él. Cero sentimentalismo, una mente siempre clara y una sed infinita de vida.

Samuel Sod es el hombre más gracioso que he conocido. Esa mirada dulce y pícara estará conmigo hasta que yo mismo cierre los ojos. Gracias por estar con nosotros, Samuelito. Te tendremos siempre.